Columnistas

Según lo establecido por el Ministerio de Medio Ambiente, en Chile se consumen más de 3.400 millones de bolsas plásticas al año, las que demoran 400 años en eliminarse, provocando un tremendo impacto ambiental. Pese a lo alarmante que son estos datos, la no entrega de bolsas plásticas en los supermercados es un conflicto para varias personas. Por un lado está la urgente necesidad de generar menos basura y por otro lado está la comodidad que nos da el tener una serie de productos que nos permiten embalar todo aquello que nos estorba y ponerlo en un rincón, donde no volvemos a pensar en eso.

Antes de que los supermercados se acogieran a la ordenanza de la Municipalidad de La Serena de abril del 2016, -que saca de circulación el uso de bolsas plásticas-, muchas personas, -entre las que me incluyo-, solíamos reutilizar estas bolsas para mantener la basura que generamos en nuestros hogares y así meterlos en otra gran bolsa de plástico, hasta que el camión de la basura se la llevaba para siempre.

Hasta ahora la discusión se ha centrado en dos argumentos: primero están los que defienden la nueva normativa y alegan, -con razón-, que es tiempo de bajarse de la nube y ver que debemos cambiar nuestra forma de ser y estar en el mundo, es decir, volvernos minimalistas, lo que pasa, -entre otras cosas-, por dejar de utilizar las nefastas bolsas de plástico.

El contrargumento es que no tiene sentido privarnos de las dichosas bolsas, ya que la mayoría de los productos que compramos en los mismos supermercados vienen embalados en diversos tipos de plástico, así que para qué molestarnos, si de todas formas estamos invadidos de plástico. Sumado a esto, está el negocio que genera la venta de la renovada bolsa de “género”, la misma que usaban nuestras abuelitas, pero más chic y en algunos casos, también hecha de plástico.

¿Qué pasa entonces? Nos vemos obligados a desembolsar más dinero para comprar bolsas que también son de plástico o en el caso de que exista un poco más de conciencia y dinero, adquirir las mal llamadas “bolsas biodegradables”, -en rigor oxo-degradables-, mediante las cuales el plástico no desaparece del ambiente, pero si de nuestra vista.

Si seguimos en esa linea e hilamos un poco más fino, nos damos cuenta que la verdad es que no basta con la bolsa de género para solucionar el drama de los plásticos, porque lamentablemente, muchos no tienen los medios, ni el espacio o el tiempo necesario para hacer la segregación in situ, para después transportar todos sus residuos hasta un lugar de “reciclaje” o “punto limpio”, que más encima se mueve de lugar cada cierto tiempo, cuando a todas luces debería existir un espacio público establecido para eso, lo que permitiría que se hiciera conocido para la comunidad y ayudaría a que el reciclar se transforme en una costumbre más extendida.

Por esto, para que la lucha contra el plástico sea exitosa y equitativa para todos, no basta con una ordenanza Municipal. La figura que buscamos es el Estado, que con toda su omnipresencia debe presionar para que la Ley para la Gestión de Residuos, Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje, N°20.920, efectivamente controle esta problemática mediante un trabajo en conjunto con las distintas Municipalidades de nuestro país y otorgue responsabilidad al productor de plástico, ya que hasta ahora no se han visto grandes cambio en la iniciativa empresarial respecto a la forma en que producen sus envases.

Además de esto, para que podamos instaurar una cultura de la segregación, necesitamos que nuestras autoridades creen espacios destinados a que el reciclaje en Chile sea una política pública real, lo que implica un retiro programado y permanente de los residuos en lugares cercanos y de alta concurrencia, de manera que las juntas de vecinos, plazas y sedes se transformen en verdaderos puntos limpios.

La importancia de esto, se debe a que la única forma de que pasemos de ser unos cuantos pelagatos recicladores a una comunidad comprometida con el medio ambiente, es contar con la información y la infraestructura necesaria para convertirnos en ello.

Aún así, es importante que recordemos que el problema de los plásticos responde a algo mucho más profundo y tiene que ver con nuestra forma de existir. Estamos convencidos y programados para pensar que lo más importante es hacer todo rápido, para trabajar más, ganar más dinero y así poder comprar más cosas plásticas que nos hagan felices un rato y así llenar momentáneamente el vacío que nos acomete a todos por no tener tiempo de hacer lo que realmente nos gusta.

En cuanto a la problemática de las bolsas plásticas, solo cabe agregar que la solución no pasa por volver a entregarlas, porque si los supermercados de verdad quieren sumarse al movimiento pro-ecológico deberían entregar bolsas compostables, las únicas que califican como 100% biodegradables, ya que se hacen en base a maíz.

Aunque el valor de esta alternativa es 4 veces mayor, bajo un tratamiento de compost se transforman en abono en 6 meses. Lo malo es que en Chile solo existen 2 plantas de compost por lo que no se puede asegurar que el destino de la bolsa sea el que corresponde y no existen estudios que determinen que pasa con las bolsas compostables que terminan en un vertedero.

Es por esto que necesitamos que el Estado nos demuestre su compromiso con el tema, exigiendo que las empresas y supermercados opten por la entrega de estas bolsas e inviertan en la infraestructura necesaria para la degradación de residuos, para que estos tengan otro destino más beneficioso que el de ser rellenos sanitarios.

Radio Verso Libre

Verso Libre

Eventos

Lun Mar Mié Jue Vie Sáb Dom
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30