Columnistas

Durante décadas hemos sido cuna de importantes personajes históricos y literarios que han marcado un precedente en la historia de nuestro país. Braulio Arenas, Stella Díaz Varín, Fernando Binvignat, Carlos Mondaca, Gabriela Mistral, formaron parte de una corriente literaria de vanguardia que inspiró a generaciones hasta el día de hoy, no solo cincelaron su pluma en un vasto legado literario sino que también marcaron una tendencia en los nuevos grupos poéticos.

incluso el mismísimo impío Gabriel González Videla instaló un modelo social y cultural que representaría una de las áreas de desarrollo más importantes para nuestra comuna, tácitamente.

Desde entonces y durante los últimos tiempos han venido asomando nuevos actores políticos y culturales a la escena local, inspirados o no en los movimientos literarios y sociales, se han venido manifestando de manera recurrente a través de cualquier medio, la voz del proletariado que emerge desde los muros marca una prolongación en el pensamiento político, preferentemente contestatario y crítico. Ciertas organizaciones sociales y formativas sin fines de lucro, también los estudiantes secundarios y universitarios se suman a estos nuevos actores, creando desde sus espacios, nuevos signos de alineación y expresión.

Sin embargo la intromisión de los partidos políticos y la falta de pudor de algunos personajes que prepararon con astucia sus zarpazos, hicieron que varias de estas organizaciones sociales y culturales se transformaran en verdaderos negocios al servicio de los gubernamentales, donde la burguesía urbana fue tomando cada vez mayor fuerza, poder y ambición. Algunos de ellos olvidaron a sus camaradas que surgieron del emporio y colaboraron desde sus más pretéritos cometidos políticos hasta verlos posicionados hoy por hoy en la falange institucional, instalando en el mercado de la cultura a conocidos rostros serenenses, quienes erradicaron las buenas opiniones (prestaron atención solo a militantes de su sector), devastaron el prolijo quehacer cultural emergente que caracterizaba a la región (comenzó un tráfico de influencias tremendo que privilegió solo a los "amigos" de los directivos), privatizaron los espacios públicos (instalando tarifas mercantiles en lugares públicos como el Teatro Municipal de La Serena) y por último, degradaron el arte como bien de consumo (llamados actualmente Panoramas Culturales)

El mundo literario igual adquiere un par de volubles personajes que lideran el gentío de palomas que sucumben por constituir una que otra colección editorial, olvidaron sus banderas internas para posicionarse en el mercado estatal, donde las ambiciones cobran favor por favor año tras año.

Atrás quedaron los ideales y principios puros que bordaron a mediados de los ochenta un grupo no menor de poetas que tuvieron el coraje de alzar su bandera libertaria y anti-institucional en favor del arte y la cultura, Juan Godoy, quien instaló el primer premio de reconocimiento Literario El Papiro en la ciudad de La Serena (nombre del Periódico de difusión cultural en la Región de Coquimbo), Bartolomé Ponce, Ramón Rubina, Óscar Elgueta, Samuel Núñez, René Flores, Caupolicán Peña, Susana Moya (poeta e insurrecta, mujer coquimbana que supo ganarse el aprecio y el respeto de sus coterráneos al revivir un pensamiento autónomo y revolucionario, en todo lugar y en todo contexto social y cultural), todos ellos crearon su propio esquema ideológico, acorde a la época y al imaginario poético que se veía preservado de cierto modo, por las primeras Feria del Libro de La Serena, verdaderamente atractivas y sugerentes, a favor del arte y la promoción de escritores, un espacio de opinión y crítica, nada que ver con las de hoy, totalmente mercantiles y contaminadas.

(Varios de ellos actualmente se desenvuelven en trabajos y áreas totalmente disímiles, pero empuñados de sus ideologías y la creatividad literaria como compañera irrenunciable. Algunos perecieron batallando desde la autonomía, desde la autogestión y muchas veces desde mismísimo olvido)

Puedo manifestar en definitiva que una gran parte de la expresión artística de nuestra región, asoma invisible ante los ojos de quienes continúan liderando el monopolio cultural (que se hace poderoso cada año) dejando de lado e inadmisibles a significativos equipos de trabajadores independientes que quedaron en el más absoluto desamparo y silencio, postergando con austeridad los diferentes talentos no solo en las letras, sino también en la música, el teatro, el mundo audiovisual, el arte y la expresión en general. Pero por sobretodo, dando la espalda como verdaderas estatuas humanas a escritores que envejecen esperando una señal, una avenencia de parte del mundillo cultural. Claramente la invisibilidad es un mal mayor por estos días, que solo podrá acabarse cuando las nuevas generaciones logren remover la institucionalidad como única alternativa de difusión y acción, cuando alcemos las banderas de la autonomía, cuando dejemos de sentir placer por figurar en libros muertos y organizaciones montadas lideradas por viejos zorros (que no tienen otro interés más que la venta y comercio mayorista, internacional), cuando dejemos de votar por candidatos políticos que en realidad solo representan a sí mismos, entonces, solo entonces, un nuevo re-cambio social, cultural y político podrá ser posible.

 

Recuerdo a mi Profesor de Filosofía, don Guido Andrade (locutor de radio), que los miércoles a mediodía nos leía un manual de ‘lecciones de filosofía’, en un pueblo que sólo queda en los relatos de quienes caminan aún por las calles de tierra de la Patagonia chilena. Como en un radioteatro, don Guido, impostaba la voz para leer, como un guión, algunos extractos del Discurso del Método, de Rene Descartes: “el comienzo del invierno me hizo detener en un lugar donde, no encontrando ninguna conversación que me divirtiera y, por otra parte, no teniendo afortunadamente preocupaciones ni pasiones que me turbaran, permanecía todo el día encerrado solo al lado de la estufa, donde tenía todo el ocio para entretenerme con mis pensamientos.” (Descartes 2004: 81). En los fríos de la Patagonia, no es difícil imaginarse como uno puede guarecerse cerca del fuego y así poder capear el clima de invierno: junto con conseguir abrigo nos sentamos ociosamente a mirar el fuego; y así, de cara al crepitar del fuego, el pensamiento solía dejarse llevar como si tuviera voluntad propia.

Paul Ricoeur (filósofo francés 1913-2005) decía que “El filósofo formado en la escuela de Descartes sabe que las cosas son dudosas, que no son tal como aparecen; pero no duda que la conciencia sea tal como se presenta sí misma. En ella, sentido y conciencia del sentido coinciden. A partir de Marx, Nietzsche y Freud, dudamos de ello. Después de la duda de la cosa, entramos en la duda sobre la conciencia. (…) La categoría fundamental de la conciencia, para los tres, es la relación mostrado-oculto o, si se prefiere, simulado-manifiesto.”(Ricoeur 2008: 139).

En la Patagonia hay un dicho: “El que se apura en la Patagonia, pierde.” Tardé años en comprender la diferencia: aprender a interrogar mi conciencia y descubrir las máscaras en las que se camuflaba ha sido y es un ejercicio permanente y fructífero. Hoy se denomina un ‘estilo de vida consciente’ que es como el hermano espirtual de un ‘estilo de vida sano’. En el fondo, un ‘estilo de vida’ no es más que lo que popularmente denominamos una filosofía de vida. Esto no hace sólo referencia a un hábito, una costumbre o una actividad que regularmente realizamos día a día como si fuera una rutina y que utilizamos retóricamente para justificar nuestras acciones. Una filosofía de vida es una forma de pensar.

Quizá es nuestra forma de pensar una filosofía de vida lo que requiere urgentemente la salud: una salud del pensamiento. ¿Podemos hablar de un pensamiento sano?, no lo sé; mas no por ello debería descuidar la salud del pensamiento.

La salud del pensar es la ética. No es un remedio para adelgazar los kilos de inhumanización de más que se van acumulando entre los pliegues de la memoria, tampoco es una rutina de ejercicios para robustecer la autoconfianza o la tonicidad de la estética comercial. La ética, por sobre todas las cosas es simplemente un diálogo con el pensar, pensar qué, pues mi estilo de vida: el modo como decido vivir humanamente (con todo lo que ello implica). Una vida sana, no es más eso, la posibilidad fundamental de pensar que podemos vivir todos una ‘sana convivencia’.

Para finalizar, me gustaría hacer una asociación a la salud del lenguaje. La Salud del pensamiento está condicionada al cuerpo, a la temporalidad inmediata de la voz, el instante y su finitud. Platón lo llamaba el momento del tiempo de la anamnesis, de la reminiscencia, donde se despierta creativamente la reflexión de sí mismo. Palabras como amor, justicia, salud, son “portadoras de simientes de las que surgen otras palabras que, en otros caracteres, son canales por donde se transmite, en todo tiempo, esa semilla inmortal, que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre.” (Platón 277a): las palabras, a veces pareciera que no tuvieran sentido o incluso que tras ellas (como El viajero y su sombra de Nietzsche) viajamos con un pasajero como equipaje. Las palabras, al igual que la pintura aparecen ante nosotros como un juego caprichoso de creatividad: “sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero, si se les pregunta algo, responde con el más altivo de los silencios.” (Platón 275d)

Quizá sea el momento de preguntarme entonces ¿qué es aquello que se dice con las palabras vida sana? En los tiempos de Platón, ellos lo expresaban como epimeleia heautou (‘inquietud de sí mismo’) que es el hecho de ocuparse de sí mismo, Foucault lo comprendía como el “cuidado de sí”. Muy distinta a la prescripción délfica del gnothi seauton (“conócete a ti mismo”)[1], que se asumirá como estandarte sui generis del pensamiento occidental.

El cuidado de sí: la responsabilidad que me obliga mi existencia, se aprende a través de nuestras experiencias. Son estas experiencias las que (como una caja de herramientas) las utilizamos para dar forma a nuestros pensamientos. Recordar las experiencias vividas no basta, es necesario crear a través de ellas una forma de pensar y por tal, una manera de vivir.

No puedo sino despedirme con una última historia:

«Una vez llegó Cura a un río y vio terrones de arcilla. Cavilando, cogió un trozo y empezó a modelarlo. Mientras piensa para sí qué había hecho, se acerca Júpiter. Cura le pide que infunda espíritu al modelado trozo de arcilla. Júpiter se lo concede con gusto. Pero al querer Cura poner su nombre a su obra, Júpiter se lo prohibió, diciendo que debía de dársele el suyo. Mientras Cura y Júpiter litigaban sobre el nombre, se levantó la Tierra (Tellus) y pidió que se le pusiera a la obra su nombre, puesto que ella era quien había dado para la misma un trozo de su cuerpo. Los litigantes escogieron por juez a Saturno. Y Saturno les dio la siguiente sentencia evidentemente justa: “Tú, Júpiter, por haber puesto el espíritu, lo recibirás a su muerte; tú, Tierra, por haber ofrecido el cuerpo, recibirás el cuerpo. Pero por haber sido Cura quien primero dio forma a este ser, que mientras viva lo posea Cura. Y en cuanto al litigio sobre el nombre, que se llame ‘homo’, puesto que está hecho de humus (tierra)”» (Heidegger 2006: 218-219)

Bibliografía

 

  • Byung-Chul Han (2010). La sociedad del cansancio. Traducción de Arantzazu Saratxaga Arregi. Herder Editorial, S.L. Barcelona. España.
  • Descartes, Rene (2004). Discurso del Método. 1ª edición. Traducción J. Rovira Armengol. Editorial Losada, S. A. Buenos Aires. Argentina.
  • Esposito, Roberto (2005). Immunitas: protección y negación de la vida. Amorrortu. Buenos Aires. Argentina.
  • Foucault, Michael (2006) La hermenéutica del sujeto. 2ª reimpresión. F.C.E. México.
  • Heidegger, Martín (2006) El Ser y el Tiempo. 6ª reimpresión. Traducción José Gaos. F.C.E. México.
  • Nietzsche, Friedrich (1985) Así hablaba Zaratustra. Editorial EDAF, S. A. Madrid. España.
  • Platón (2007). Fedro, en Diálogos III. RBA Coleccionables S.A. Barcelona. España.
  • Ricoeur, Paul (2008). El conflicto de las interpretaciones. Ensayos sobre hermenéutica. 2ª reimpresión. Traducción Alejandrina Falcón. F.C.E. Buenos Aires. Agentina.
  • Torralba, Frances (2013). Los Maestros de la Sospecha. Marx, Nietzsche, Freud. Traducción Carla Ros. Colección Fragmentos, 22. Fragmenta Editorial, S.L. Barcelona.

Bibliografía electrónica

Agamben, Giorgio Forma-de-vida.

http://revista.estudoshumeanos.com/forma-de-vida-por-giorgio-agamben/

 

[1] Véase a Michael Foucautl en La hermenéutica del sujeto. 2ª reimpresión. F.C.E. México. 2006. Págs. 15-38.

Mientras buscaba algunas ideas para poder narrarles, no lograba encontrar una historia que me sirviera de puente. En esta preocupación me encontró mi madre un día y le conté mis incertidumbres. Ella me queda mirando y me dice: “Cuéntales ―como tú sabes hacerlo― que cuando tú naciste eras bello bello; y que en nuestra casa vivían un matrimonio amigo, que también tuvo un bebé ―digamos que era bastante ‘alejadito de la mano de Dios’. Un día nos encontramos las dos en la universidad, cada una con su cabro chico a cuestas.Mientras conversábamos, algunos estudiantes al mirarte se acercaron y exclamaron: “¡Qué lindo el bebé!”. Luego miraron al hijo de mi amiga y exclamaron: “¡Qué sanito se ve!.”

¡Un estilo de vida sano! No es acaso el más hermoso y poético eufemismo[1] que podríamos inventar. El best seller de ventas de los supermercados. La publicidad en las redes sociales. Videos en YouTube donde nos enseñan cómo comer más sano y llevar una vida más sana. Hasta la medicina alternativa se ha tomado la programación de los matinales junto con la astrología y el esoterismo, llenándonos de optimismo y positividad. Las políticas públicas tampoco se quedan atrás regulando la alimentación de nuestros niños y así ‘disminuir’ la obesidad infantil. Se potencia, al menos comunicacionalmente, a que nuestros niños y jóvenes tengan actividad física o recreativa, etc., etc.

Detrás de este estilo de vida sano, siempre se está jugando al juego de la felicidad: “el hombre es el único ser en cuya vida siempre está en juego la felicidad, cuya vida está irremediable y dolorosamente asignada a la felicidad. Y esto constituye inmediatamente a la forma-de-vida como vida política.”[2](Agamben) “Los modos de vida inspiran maneras de pensar, los modos de pensamiento crean maneras de vivir. La vida activa el pensamiento y el pensamiento a su vez afirma la vida.” (Deleuze 2000:24)

Un estilo de vida sano, es por sobretodo una decisión política o mejor, una ‘política de vida’: las decisiones que involucran mi existencia. La salud de la vida, de la existencia, no está en la libertad de vivir sanamente, sino en la responsabilidad frente a la vida, y al compromiso existencial que realizo con ella: un pacto entre el pensamiento y la vida.

Cave la sospecha, sin embargo, que este ‘estilo de vida’, no sea más que un efímero espejismo, el resultado de fuerzas o inercias que lo exceden. O una “conciencia [que] pierde su condición de ideal regulador al perder su soberanía sobre el mundo y sobre sí misma.” (Torralba 2013: 14); y que para equilibrar este desajuste, resuelve el ‘retornar a lo sano’. Podemos pensar también, que se trata de una idea postmoderna, puesto que aboga por la participación activa en el lenguaje del bien común y por el renovado interés de las relaciones comunitarias.

Lo cierto es que en este retorno, lo que vuelve no es la salud, sino el instante en que asumimos la novedad de la vida, donde “Incluso para el mal hay, en verdad, un porvenir.” (Nietzsche 1985: 155) “Volver a ser de repente tan frágil como un segundo/ volver a sentir profundo como un niño frente a Dios.”, nos recuerda magistralmente Violeta Parra.

La reducción de la salud a su aspecto netamente psicobiologicista, no sólo se debe al alto nivel de especialización y mercantilización que hoy en día lucen nuestros conocimientos (de ahí su validez y su fiabilidad); sino que también es debido a la negatividad del paradigma inmunitario. De hecho sólo saliendo de dicho paradigma es posible pensar una salud de carácter más integral (marginal). Una salud comunitaria: aquella que nos habla no de una ‘calidad de vida’, sino de una sabiduría del vivir.

 

[1] Palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca.

[2] http://revista.estudoshumeanos.com/forma-de-vida-por-giorgio-agamben/

“La grandeza del hombre está en ser un puente y no un fin; lo que hay en él digno de ser amado es el ser un tránsito y un crepúsculo.”[1]

 

Del paradigma inmunitario al paradigma de rendimiento

El paradigma inmunitario es una contrafuerza que reacciona frente a otra fuerza que debe ser detenida, para ello se instalan normas, prohibiciones, leyes, etc. Ya la terminología biomédica de finales del siglo XIX, comprendía una diferencia entre la inmunidad natural (pasiva) y una inmunidad adquirida (activa inducida). Lo inmune, etimológicamente se comprende como aquello que está libre de obligaciones (munus[2]) con respecto a los demás, el que se ubica fuera del deber comunitario. Estableciéndose la antinomia entre inmunidad y comunidad.

Acostumbrados al discurso (paradigma) inmunitario del siglo XX; aquél que nos presenta una clara división entre el adentro y el afuera, el amigo y el enemigo, lo propio y lo extraño, aquél que se rige conforme al dispositivo militar (recuérdese la guerra fría desde mitad del siglo XX) del ataque o defensa. Lo inmune, no es sólo una cuestión que involucra el ámbito de lo biológico, donde la enfermedad y la salud serán los discursos dominantes y delimitantes; sino que también rezuma en el campo de lo social, donde todo lo extraño debe hacer frente a los dispositivos inmunológicos. La resistencia al interior del paradigma inmunitario es hacia lo extraño propiamente tal, lo ajeno es combatido, aunque no signifique un peligro o posea una intención hostil, es simplemente eliminado a causa de su otredad.

Hoy estamos en presencia a la desaparición de la otredad y de la extrañeza, categorías propias de la inmunología, y en cambio damos la bienvenida la diferencia, que no produce ninguna reacción inmunológica, es decir, la diferencia no genera ninguna enfermedad (por ejemplo en educación se comienza a hablar de capacidades diferentes). Lo inmunitario se comprende sobre la base de la valoración de lo idéntico (Lo Mismo), lo extraño, lo otro será entendido como negatividad. Para Roberto Espósito: “lo que está antes era sano, seguro, idéntico a sí mismo. Ahora está expuesto a una contaminación que lo pone en riesgo de ser devastado.” (Espósito 2005: 10) “La dialéctica de la negatividad constituye el rasgo fundamental de la inmunidad. Lo otro inmunológico es lo negativo que penetra lo propio y trata de negarlo. Lo propio perece ante la negatividad de lo otro si a su vez no es capaz de negarla. La autoafirmación inmunológica de lo propio se realiza, por tanto, como negación de la negación. Lo propio se afirma en lo otro negando su negatividad.”(Byung-Chul 2010: 10). Es decir, la resistencia inmunitaria está orientada contra lo otro o lo extraño: “El sujeto inmunológico, con su interioridad, repele lo otro, lo expulsa aun cuando se dé solo en proporciones insignificantes.” (Ibíd: 12)

Es en nombre de la seguridad de lo idéntico escuchamos comunicacionalmente frases como ‘el combate a la delincuencia’, ‘guerra preventiva’, la ‘lucha contra la pobreza’ o ‘sectores vulnerables’ donde lo otro amenaza peligrosamente la estabilidad, la identidad y la seguridad de lo idéntico (que cae bajo el supuesto de seguridad pública). Esta misma seguridad legitima la violencia sobre los cuerpos (biopolítica) y hoy sobre la psique (psicopolítica). La transición entre una y otra condición está expresada en una serie de acomodaciones y adaptaciones de la sociedad capitalista (y del capitalismo mismo) que han devenido de un paradigma de la inmunidad (donde el cuerpo fue el gran protagonista) a un paradigma de rendimiento, donde la psique será la casa central de operaciones.

Si comprendemos que el paradigma de la inmunidad es el que establece una sociedad disciplinaria (Foucault), que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, fábricas, etc. Hoy la administración urbana da paso a Centros Comerciales, gimnasios o bien un pequeño emprendimiento que negocia con ‘el estilo de vida sano’. Si antes ‘lo sano’ lo comprendíamos como seguridad, ‘estar libre de contagio’, estaba pensado desde la negatividad (prohibición, deber); hoy lo interpretamos como bienestar, ‘estar en buen estado físico’, está pensado desde la positividad (el poder), donde lo biológico aún posee una fuerza significativa. “La sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder (können) sin límites. (…) Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados.” (Byung-Chul 2010: 16-17) La relación entre uno y otro modelo, nos habla sin más de la transformación que ha sufrido el afán de la maximización de la producción: de una sociedad del deber pasamos a una sociedad del poder hacer.

 

[1] Nietsche, Friedrich. Así hablaba Zaratustra. Editorial EDAF, S.A. Madrid. España. 1985.

[2] “El término comunidad deriva de la raíz latina munus, que significa una obligación de dar de sí mismo para los otros.” (Lemm V.- Vatter, M. (2009) “Introducción a Dossier Biopolítica y Filosofía.” En Revista de Ciencia Política. Vol. 29. N° 1. Pág 127-132)

El fenómeno natural llamado Desierto Florido es, por decirlo menos, llamativo. En lugares donde la aridez impone sus reglas, ver ese brote de esperanza que emerge bajo la tierra es una perfecta metáfora sobre la paciencia de saber esperar el momento propicio para florecer.

Ha sido tema en medios nacionales y redes sociales. El periodismo, al cual por título estoy ligado, ha sacado los ya acostumbrados titulares rimbombantes. De estar en ejercicio, hubiese elegido algo así: El Desierto Florido más grande la historia de la humanidad antes de que los Dinosaurios pisaran las flores.

Como muchos chilenos, y extranjeros, también recorrí algunos kilómetros en mi fiel vehículo (Jimmy, para los amigos). Buscaba retratar la explosión de color y vida. Acá pueden ver las fotos de ese viaje.

Averigué vía internet, y algunos conocidos, puntos interesantes. Todos coincidían en que los manchones de color más llamativos y extendidos estaban al lado de la carretera, en las cercanías del peaje de Totoral, entre Vallenar y Copiapó. Hacienda Castilla, era un nombre que se repetía y del que tomé nota.

Tras varios kilómetros a cuestas, manejando hasta un poco antes de Chañaral, pude certificar lo que decían. Grandes manchones fucsia cubrían los cerros, con matices en amarillo y blanco. Mi destino fotográfico sería el sector antes mencionado.

La mayoría de la gente estacionaba a un costado de la carretera, y con el celular hacía su registro. Para mi esa no era alternativa, necesitaba caminar por cerros y senderos en busca del mejor ángulo. Un letrero anunciaba "Hacienda Castilla" y mi entusiasmo entonces se incrementó.

Pero no duró mucho. Un letrero de recinto privado mató la magia. Y uno más terminó por sepultarla.

EL FLORECIMIENTO PRIVADO

La escena es ésta: Yo estacionado a un costado de la carretera. A mi derecha y a mi izquierda, impresionantes manchones color fucsia. Entre los manchones y mi posición, largas y eternas cercas, sin acceso peatonal ni vehicular. A la derecha, 4 o 5 líneas de torres de alta tensión en medio de las flores. A mi izquierda, una (o dos) línea de torres y dos carteles de "Hacienda Castilla" propiedad privada.

Lo confieso, me angustié. Fue imposible no empezar a reflexionar sobre lo que observaba y todo el caótico fervor informativo que había estallado en el mundo del internet.

Una mujer funada hasta el hartazgo por cortar flores o una reacción de ribetes nucleares por el aterrizaje de aviones en medio de las flores. Ambas, por cierto, situaciones total y absolutamente condenables. No nos perdamos en eso. Pero...

¿No merece un escándalo incendiaro descubrir que una gran parte de los terrenos en donde se desarrolla el fenómeno están privatizados?

¿No merece una funa monumental las torres que aplastan las flores por cientos?

Logré ingresar a ambos costados de la carretera, buscando caminos muy escondidos e ignorando letreros. Al parecer, nadie se sintió ofendido con mis actos pues permanecí un par de horas haciendo fotos, sin mayores contratiempos.

Pero en el fondo me sentía tocado, abatido. Tenemos un país hermoso, rico en variedad de paisajes y naturaleza, pero del que cada día somos menos dueños. Cierran lagos, ríos, montañas y playas. Y también cierran el desierto florido. Y lo aplastan, generando un daño que ni siquiera es medible con el impacto que dejaron los aviones al aterrizar.

Algunos argumentarán que existen otros puntos, como Llanos de Challe u otros sectores de acceso más "libre". Pero no me conformo con la naturaleza confinada en un espacio reducido, como si fuera un memorial al aire libre que nos recuerda lo que alguna vez hubo en grandes cantidades, de manera natural.

Debemos partir queriendo lo nuestro. Y la fotografía es una excelente herramienta para ello. Conocer para proteger, el primer paso. Pero luego debemos aprender a respetarlo y cuidarlo. La Conaf denunciaba graves daños en Llanos de Challe tras el 18 de septiembre. Y no fueron avionetas, ni torres de alta tensión los culpables.

Espero que la misma fuerza condenatoria que se usó para las personas que cortan las flores, y las ya ultra mencionados avionetas, sea volcada a defender lugares de claro valor medio ambiental de la privatización y la destrucción por la instalación de estructuras humanas que atentan contra el paisaje natural.

No se entienda esto como una crítica puntual hacia Hacienda Castilla o quienes instalan las torres. Esto es mucho más amplio. Creo que debemos hacer una proyección seria y sincera como país de hacia dónde estamos caminando, qué lugares deben ser preservados a cualquier costo y cuáles pueden ser considerados zonas de sacrificios.

Si usted sacá una foto, viajó o detuvo su auto para disfrutar del hermoso espectáculo, estoy seguro que estará de acuerdo con mi visión.

Amarrando lenguaje

¿qué hacer con lo incontenible, lo ingobernable, lo infinito? Lo incaracterizable o quizás más simple, “lo impensable”, lo “allende a la filosofía” en palabras de Deleuze, más allá de los límites de la filosofía, donde aún no es posible ni siquiera explorar, la mayor parte de la veces, por miedo. El lenguaje de la filosofía (occidental) lo mueve el miedo a la finitud, ello lo mueve a buscar una salida hacia el infinito, la base de toda ontología no es más que comenzar a hablar del miedo de la filosofía: ‘lo impensable’, la finitud del pensamiento, la reflexión, la comprensión, ‘el mundo’, más allá de los límites del pensamiento… Imagino cosas mientras me concentro en un concepto es quizá lo más cercano a un método que tengo para escribir de esto y no sé si llamarlo filosofía, da miedo el solo hecho de escribirlo bajo el rótulo de filosófico… y sin embargo asumo que, algo de ello habla a través de mí o quizá soy yo quien la “hace sonar”, como los Inuit, donde «las palabras no “salen” de la garganta (ni de la “mente” “en” la cabeza): se forman en la articulación de la boca. (…) el habla no es un medio de comunicación, sino la comunicación misma ―hasta el silencio―, la exposición (semejante a este modo de canto de los Esquimales Inuits, que hacen resonar sus gritos en la boca abierta de un compañero). La boca hablante no transmite, no informa, no opera un vínculo; ella es ―quizás, aunque en el límite, como en el beso― el pulso de un lugar singular contra otros lugares singulares: “Hablo, y al punto estoy ―el ser en mí mismo está― fuera de mí como en mí mismo”.» (Jean Luc-Nancy. La comunidad inoperante.)

“Hablo, y al punto estoy fuera de mí como en mí mismo”, escribió Walter Benjamin, la dislocación del habla; y me pregunto por esta necesidad de hablar que abunda en palabras. ¡He llegado a vivenciarme en el sin sentido de palabras y deleitarme sólo en cómo el sonido retumba en mi boca; pierdo el rumbo de lo que hablo, de lo que pienso e incluso de lo que está pasando; un éxtasis de la boca, abundancia y necesidad que mana, al grado de “perderme en la palabra”, como si quedara fuera de mí, y en este extravío sueno como a mí mismo: un narcicismo del habla!

Ciencia ficción

[La palabra: metáfora de la intersección (condensación), la sinapsis que transfiere algo de sí en un punto preciso, donde el sentido se crea en el sin sentido. La condensación, transferencia semántica: la metáfora se produce en la insuficiencia de sentido; gira en torno a la falta de un significado original, el ‘no-saber’ (Bataille) de la metáfora, no le lleva a la sustitución de un objeto por otro, sino que más bien ‘sitúa’ un objeto en lugar de la falta, el origen del deseo señalará Lacan. Y sin embargo, el objeto es insuficiente para condensar la falta; la falta es inabordable, infinita, el objeto es finito y en su finitud contrae la falta al objeto, o mejor, la ‘falta contrae objetalidad’ (desplazando sólo parcialmente al objeto a su límite cualitativo: el afecto); la falta no es del objeto ni de la relación con la metáfora, sino que por el exceso de sin sentido: la ausencia de la palabra, la transferencia vacía, el significante que no llega, la objetalidad sin objeto (deseo), lenguaje sin metáforas: la “pulsión contrae afectividad”, quizá del mismo modo en que el “existente contrae existencia” como lo planteara Levinas.]

«No todas las cosas son tan aptas para ser captadas y dichas como por lo general se nos querría hacer creer: la mayoría de los acontecimientos son indecibles, se producen en un espacio al que nunca ha llegado una palabra.» (Raine María Rilke)

En el verano de 1964, John Coltrane subió a un pequeño cuarto del segundo piso de su casa en Nueva York. Estuvo allí durante cinco jornadas después de un año donde el trabajo y la situación reinante en Estado Unidos de la época presionaban hasta el cansancio.

Mientras, Alice ―su mujer― estaba atendiendo a Michelle (hija de su primer matrimonio) y a John (aún bebe); sintió que alguien bajaba por las escaleras. Cuando Alice vio a John, se percató que el conflicto de sus pensamientos había desaparecido, la serenidad le envolvía en una infinita alegría: “Era como Moisés bajando de la montaña, fue tan bonito. Bajó y tenía esa alegría, esa paz en el rostro, tranquilidad. De manera que le dije: «Explícamelo todo, no te hemos visto en cuatro o cinco días...». Él dijo: «Ésta es la primera vez que me ha llegado toda la música que quiero grabar, en una suite. Ésta es la primera vez que lo tengo todo, todo listo».

Para el ‘mundo de la música’, y hasta quizá para el propio Coltrane, la suite “A love suprime”, constituyó un acontecimiento donde el sentido, su sonido y vibración, se invistió de tal intensidad, que el ‘sin sentido y el ruido’, se contrajeron en la vibración como un estremecimiento.

Grabado el 9 de diciembre de 1964, y del cual sólo existe una grabación en vivo, que se realizó al día siguiente, “A love suprime” será un “acontecimiento estremecedor”, en el entramado histórico del momento: El año anterior moría asesinado J.F. Kennedy y el presidente Lindon B. Johnson intentaba hacerse cargo de la crisis política y de seguridad nacional, junto al ‘problema cubano’ comenzaban las escaramuzas en Vietnam. Malcom X aún oraba en las reuniones nocturnas. Los ‘Panteras Negras’ y los movimientos por los derechos civiles, estaban en toda su contingencia social: Harlem, y algunos sectores de Nueva York y Nueva Jersey se producían duros enfrentamientos entre los organismos de Estado y la población de color. ‘The Beathles’ causaban furor en la juventud estadounidense. Bob Dylan había lanzado su tercer álbum “The times they are a-changin” (los tiempos están cambiando).

En medio de todo este paisaje, cuenta su esposa Alice Coltrane, John “se pasaba las horas meditando sobre la música que oía en su interior” y en una noche la grabó, lo acompañaban el pianista McCoy Tyner, el bajista Jimmy Garrison y el baterista Elvin Jones.

Hace algunas semanas el Alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, anunció la creación del “Delegado de Noche Porteña”, este tendrá la misión de coordinar las instituciones que velan por la seguridad en la ciudad (carabineros, PDI, Gobernación y otros) y ejercerá una coordinación interna para poder mover de manera conjunta a los distintos servicios municipales que forman parte de la noche como los inspectores urbanos y el sistema de aseo.

La idea no es original, los pioneros son las autoridades de Ámsterdam, donde es conocido como Nachtburgemeester, allá se aplica desde el 2012 y ha dado resultados positivos tanto para los empresarios como para el público. En Holanda el cargo es público pero es independiente de la municipalidad, de hecho es electo cada dos años a través de una combinación de votos del público y un jurado de cinco expertos. Su sueldo es financiado en un 50% por la municipalidad y el otro 50% corre por parte de los administradores de los clubes, bares y locales nocturnos de la ciudad.

Mirik Milan, desde el 2012 es quien ejerce el cargo en Ámsterdam, tiene amplia experiencia en la escena nocturna, trabajó como promotor de fiestas durante muchos años y ahora encabeza una compañía de eventos en la ciudad. En 2017, Mirik asesoró a ciudades de todo el mundo sobre cómo mejorar la gestión de su economía nocturna. Se dieron más de 25 conferencias internacionales en ciudades como Nueva York, Sídney, Londres, Berlín y Moscú.

Una de las medidas más aplaudidas que ha llevado a cabo Milan, es otorgar permisos de 24 horas a los locales ubicados en las zonas más pobladas. Una iniciativa que tiene felices a los dueños de locales y a los clientes porque pueden disfrutar hasta la hora que quieran. Sorprendentemente esta medida le encantó también a los vecinos porque al no haber horario de cierre en los locales no se provoca la salida masiva de personas a la calle a una hora exacta, lo que logró finalizar con los ruidos molestos y reposicionar a Ámsterdam como la capital de la vida nocturna.

En Barcelona durante el Primavera Sound de 2015 se organizó una mesa sobre ciudades ejemplares en por su política musical auspiciada por las Municipalidades, desde Groninga (Holanda) enviaron al Alcalde Nocturno: el guitarrista y productor de festivales underground Chris Garrit, su participación fue todo un éxito.

Los buenos resultados de los “Alcaldes Nocturnos” en los Países Bajos hizo que el modelo se replicara en otras ciudades como París, Zurich, Londres, Berlín, Nueva York y en Sudamérica en Cali. Los caleños no solo buscaron orden y seguridad sino que con esta decisión esperaban convertir a este municipio en una “ciudad 24 horas” principalmente para el fomento del empleo, el turismo, la gastronomía, la cultura y la diversión. Y es este modelo el que podríamos importar en la conurbación La Serena-Coquimbo.

Imagino un delegado para las dos comunas como una forma de organizar mejor los eventos y su coordinación respecto a seguridad y mejorando los estándares de nuestros servicios, todo esto permitiría, además, generar un importante número de empleos. Se podría implantar un sistema de certificación de locales nocturnos con protocolos que nos permitan evaluar y clasificar los diferentes establecimientos según sus niveles de cumplimiento de variables tales como legalidad, seguridad, infraestructura y calidad de servicio. Entre más alta sea la calificación de un establecimiento, recibiría un mayor número de incentivos como por ejemplo la ampliación de sus horarios de funcionamiento.

También sería fundamental el trabajo del delegado y su equipo para capacitar y concientizar sobre el potencial de la actividad nocturna como motor de revitalización de la ciudad, una de las grandes ventajas que tiene una noche ordenada, productiva y segura. En paralelo podríamos rescatar el Barrio Inglés y convertirlo en el eje cultural de la Conurbación, limpiar (de basura y delincuencia) el centro histórico de La Serena, quizás convertirlo en un zona libre de autos e instalar un bulevar permanente.

El impulso que todo esto le daría al turismo y los ingresos que se generarían al convertirnos en una ciudad 24 horas y musical serían sustanciales e irían directamente a mejorar la calidad de vida de los artistas, los emprendedores y, en general, de los habitantes de la conurbación.

Serían buenos temas de conversación con un alcalde nocturno. ¿Por qué no?

“Soy un discípulo del filósofo Diónisos, preferiría ser un sátiro antes que un santo. […] Lo último que yo prometería sería «mejorar» a la humanidad.” (Ecce Homo, Nietzsche).
“En la afirmación de lo múltiple hay la alegría práctica de lo diverso. La alegría surge como si fuera el único móvil para filosofar.” (Nietzsche. Gilles Deleuze).
«Pensar es, mal que nos pese, no un oficio, sino una iluminación sobre la posibilidad de que algo trascienda.» (Rodolfo Kusch).


Geopensamiento
Este concepto es acuñado en la reflexión que realizó el pensador argentino Rodolfo Kusch, en torno a la relación que posee la cultura y el pensamiento en América Latina. Es en Geocultura del Hombre Americano (1976) donde se depositan los supuestos filosóficos: la diferencia entre la filosofía y el pensamiento, la relación que tiene el pensamiento y la filosofía al interior de la cultura y de cómo cada una de ellas traduce en términos culturales distintos la situacionalidad en América Latina: «El problema de América en materia de filosofía es saber quién es el sujeto del filosofar. Evidentemente el discurso filosófico tiene un solo sujeto y éste será un sujeto cultural. Mejor dicho, la filosofía es el discurso de una cultura que encuentra su sujeto.»; del mismo modo habría que interpretar la cuestión del pensar, en términos de que «Quizá no podría tomarse mucho más allá que como una forma especial de pensar, en tanto este pensar, desde el punto de vista etimológico, implica el concepto de pesar. Según esto el filosofar no es más que un pesar lo que nos ocurre.» Así, la filosofía es la lectura cultural de un sujeto que pesa en el pensar la existencia humana.
De este modo, la filosofía en nuestro continente se abre a la antropología cultural para pensar una antropología filosófica, es decir, de un sujeto desde donde pensar; pues es al interior de este sujeto donde encontramos una contradicción frente a todos los supuestos filosóficos que occidente construye en función de su propio “sujeto cultural”. No es sólo el tiempo histórico relevante a la hora de pensar, es fundamental el lugar cultural que se ocupa. El pensamiento no sólo “ocurre” sino que también “ocupa” un lugar donde “cae” el pensar. Es en el acontecimiento de esta experiencia donde el pesar del lugar se instala como referente geográfico de la existencia humana, puesto que «No hay otra universalidad que esta condición de estar caído en el suelo, aunque se trate del altiplano o de la selva.» El pesar, no sólo hace la instalación del pensamiento sino también de la existencia. Así, la filosofía es una cuestión de saber pesar la consistencia de la existencia del ser humano. “Ser Humano” tiene mucho que ver con esta condición de estar caído, ocupando un lugar; sin embargo notamos una cierta pasividad en este Ser, un ser que no intenta transformar el mundo en función de sí mismo y que opera desde otro punto gravitatorio. Para Kusch, es afortunado el idioma español, puesto que aún conserva esta “diferencia gravitatoria”: Ser y Estar. La interpretación que realiza Kusch, es pensar que en términos filosóficos, la reflexión occidental tiene como centro gravitatorio al Ser; mientras que en América Latina gravita en torno al Estar. Por ello, existe una diferencia gravitatoria entre “ser vivo” a “estar vivo”, del mismo modo que “ser humano” y “estar humano”.
La idea de “Ser humano” es una condición que se ha modificado en el tiempo; la historia ha sido creada para describir este proceso, la política para la administración de dicha idea de “humanidad”, y el derecho para legalizar y normar la conducta de dicho ser. De hecho esta “idea” de ‘ser humano’ es lo que se ha vuelto tan controversial que hasta su sentido original ha perdido fuerza y consistencia. “Ser Humano” se ha vuelto una cuestión de índole contractual, jurídica y distributiva, una cuestión biopolítica. El Ser Humano se ‘civiliza’ como política socio-cultural, dejando tanto a la subjetividad y a la libertad engrilladas a un orden epistémico, al poder de saber ‘lo que es bueno para el ser humano’; del mismo modo en que el Humanismo devine la política cuando pasa gobernar la vida humana y por tal, a constituirse como biopoder. La dinámica del biopoder (cuerpo-individuo, cuerpo-especie) presente al interior de la “naturalización (política) del Ser Humano” es un conjunto de estrategias de saber y de relaciones de poder que se articulan desde el siglo XVIII: cuando comienza a utilizarse lo biológico como componente de una tecnología política. El “ser” de lo “humano” queda reducido a una construcción epistémica y a un orden político. Quizá por eso son los enormes esfuerzos que instala en pensamiento occidental en la ontología del ser, una manera en que se pueda salvar en vano la metafísica.
Recientemente, en un encuentro cultural organizado por el gobierno chileno, en el cual se debatiría abiertamente sobre las necesidades de las organizaciones culturales y las propuestas que iban a satisfacer estas mismas necesidades. Lo importante de este encuentro, no fueron sólo las ideas que se manifestaron de las distintas organizaciones y representaciones que señalamos en nombre de “La Cultura”, sino que también la sistematización, la tecnificación del lenguaje, la organización tecnocrática de dichas ideas por parte de la institución organizadora.
En este mismo encuentro estaban presentes los representantes de la comunidad Diaguita de la IV Región. Su petición era simple: el participar activamente de las actividades culturales que el gobierno propusiera y contar con un lugar para realizar allí las ceremonias de acuerdo a sus tradiciones culturales. Todos los presentes estuvieron de acuerdo en lo primero y lo valoraron de manera significativa, sin embargo, lo segundo, fue ignorado (casi como si se hiciera oídos sordos). Llama la atención el valor semántico que adquiere lo cultural: el primero es mostrar un producto determinado, una vasija de greda, un adorno de orfebrería, etc.; mientras que el segundo, apela a un indeterminado de una cultura (lo sagrado), aquello que no puede exhibirse en los escaparates turísticos, aquello que no es posible de señalar y establecer evidencias de corte objetivista ni tecnocrático.
El valor sagrado de una cultura está muy por de debajo de la valoración del producto de una cultura, bien lo decía Slavoj Žižek (filósofo esloveno) que es más fácil imaginar el fin del ser humano que el fin del capitalismo. Esta simple incomprensión hace  la distancia entre dos distintas formas de pensar, del mismo modo en que se diferencian dos ‘formas de vivir’ diferentes.

A menudo escuchamos que el estancamiento de nuestra educación, suele atribuirse a una falta de técnica, es decir, al desconocimiento del cómo; así escuchamos que “los profesores no están capacitados para hacerse cargo de los problemas educativos”, o bien “el problema educativo es algo que ha superado a la contingencia de la sala de clases y de los docentes”. Como una forma de responder a esta demanda social, la respuesta frente a este tipo de dificultades ha quedado remitida al dominio técnico de la educación y a la idoneidad de las competencias de quienes imparten la docencia. La capacitación técnica, por tal, es y ha sido el corolario frente a la resentida ‘calidad de la educación’. Sin embargo, conviene precisar que la técnica es y ha sido siempre un proceso posterior a la educación misma.

Y qué es la técnica entonces, sino esencialmente una puesta en práctica de lo que se espera, de ahí su afán de aplicación, de trabajar con lo previsto; sustrayéndose a la posibilidad de la novedad: la técnica opera siempre en torno lo mismo; por eso que no hay técnicas para prever lo desconocido, lo diferente. ¿Acaso no se educa a los jóvenes de antemano, para pre-ver, ver antes, y saber ya lo que se da? ¿No será que hemos perdido a fuerza de la técnica la posibilidad de apertura de la educación, o si se quiere del reencantamiento de lo humano? O como lo plantea Joan-Carles Mélich una pedagogía de la exterioridad y la alteridad, una pedagogía de la radical novedad, aquella que se instala fuera de la lógica del sistema, del uso técnico pedagógico, sino más en la hospitalidad.

Podríamos decir incluso que el problema de la educación, en cierta manera, es independiente de la técnica, como si la educación buscara ‘algo que decir’; sin embargo se privilegia más bien lo segundo: el ‘cómo decir’. Y si es así, el problema educativo apunta entonces a un suelo semántico en el que se moviliza el ‘acogimiento’, la ‘responsabilidad’ y la ‘hospitalidad’; y sólo, posteriormente el ‘saber hacer’ de la técnica.

Desde este punto de vista, el problema educativo consiste antes que todo en «una situación óntica cristalizada en una afirmación ética.»[1]; y que tal vez, a esto señala lo semántico del algo que decir, el cual predomina por sobre el cómo hacer. ¿Acaso no sería sintomático pensar que se sobrevalore el cómo antes que el ‘algo’?

Lo que hoy nos reúne en la educación es la asfixia de su sentido, la opresión que nos causa la caída de su sentido. Tal vez hoy sea la oportunidad de comenzar a realizar una lógica de la negación educativa, una tal, que reflexione sobre la engañosa afirmación de la técnica, donde se reitera lo sabido antes que lo dado; una negación que sostenga que toda técnica es falsa en el fondo: (¿por qué?) porque pensar lo contrario, sería afirmar que, “si no tenemos técnicas, no se podría educar, pensar ni siquiera hablar”. Y aunque las tuviéramos ¿de qué vale la adquisición de técnicas, sino sabemos para qué?

La educación no es un manipuleo técnico, así como tampoco el menudeo del saber; y sin embargo nos hemos acostumbrado a un saber acumulativo y cuantitativamente visto, haciendo de la realidad educativa, un mundo de cantidades. No debería causarnos extrañeza esto, puesto que la educación en este país, se esgrime sobre la base de la competitividad, coincidente con el afán de producción y de logros subjetivos.

Hemos construido una educación sobre la base de las finalidades (telos) y no sobre sus principios (arje). Nos hemos acostumbrado a usar para la educación un lenguaje técnico-pedagógico (técnico-administrativo); y confiados en el destello de la respuesta “científica”, dejamos en la intemperie la pregunta que, clase a clase, nos interroga el desplegarse de lo humano.

La exhortación, el llamado de este encuentro, es comenzar a reflexionar sobre los pliegues, los dobleces de lo que denominamos ‘comunidad educativa’, y dejar de entenderla como una tela lisa o extendida dispuesta sobre la mesa, donde se tijeretea la prenda, para su posterior exposición en los escaparates de la comercialización.

No se trata de observar lo primigenio, la génesis de la experiencia del significado; sino de entreverar que la experiencia humana aún sostiene la negación que adolece el sentido. ¿Será por ello que la experiencia educativa es tan frágil, puesto que en ella siempre existe el miedo de no tener sentido, de no tener ninguna dirección?

En esta apertura, como todo explorador, quisiéramos iniciar esta tarde un viaje al diálogo fructífero y honesto; donde, tal vez, sin saber lo que nos espera, nos arriesguemos a dar un paso más en este camino que hollamos en común.

 

[1] Rodolfo Kusch. Geocultura del Hombre Americano; en Obras completas Tomo III. Editorial Fundación Ross. Rosario. Provincia de Santa Fe. Argentina. 2000. Pág. 10.

Algunas de las discusiones contemporáneas, que podemos encontrar en el ámbito de la filosofía, dice relación a lo que se ha denominado “crisis de lo común”[1]. Dicha crisis, expone a lo común como un lugar que hemos perdido, o mejor, lo que antes aseguraba un “lazo social”, una cierta “consistencia en la convivencia”; hoy se construye sobre un fantasmagórico simulacro: el espectáculo de la política, la militarización de la existencia para defender la vida, las “guerras preventivas” en resguardo de lo común (como podemos apreciarlo en la denominada “zona del conflicto mapuche”―la “zona roja”―), etc. La crisis se entronca en el cuestionamiento de esta “forma-de-vida” llamada común (Peter Pál Pelbart; 2009; 21).

El propósito de estas líneas, no tiene otro principio que recordar la novedad que gravita en torno la vida en comunidad. Entre la novedad que se nos ofrece en lo común y la experiencia de la subjetividad, existe un abismo que los diferencia. Nuestra responsabilidad no es por la diferencia, sino ante ella; ante la novedad de la experiencia común que nuestra subjetividad se sustrae, se resta.

 

I

«…yo no os aconsejo el amor al prójimo. Yo os aconsejo el amor a lo más lejano.»

(Nietzsche. Así hablaba Zaratustra)

 

¿Cuál es el amor más lejano al prójimo?

El amor a lo desconocido, es al mismo tiempo, lo que más tememos: «dar un paso nuevo, pronunciar una palabra nueva…» (Dostoievski; 1999; 66); el amor más lejano es aquel que se despliega en la novedad de la relación, aquel que excede las fronteras mismas de la relación: es aventurarse más allá de los límites del amor, explorar la novedad de la imposibilidad de la relación. El amar lo más lejano nos acerca a su vez a un amor imposible: un amor que excede a mis propias posibilidades: como si mi experiencia fuese insuficiente, insignificante, residuos de aquello que nos excede, como si el amor estuviera gravitando la elipse de otro centro.

Y sin embargo, no es el centro el que se desplaza, sino que nosotros quienes gravitamos en torno otros ejes. “El nihilismo comienza con un desplazamiento del centro de gravedad de la vida hacia otra esfera que no es la vida misma” (Peter Pál Pelbart; 2009; 294); es decir «Si se sitúa el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el “más allá” ―en la nada―, se despoja la vida de gravedad.» (Nietzsche; 1985; §43).

Este nihilismo es el que lleva a situar al sujeto y a la subjetividad como centro de la vida moderna en el pensamiento occidental; exponiéndonos claramente la crisis del eje metafísico y moral; puesto que será dicho sujeto quien a través de sus capacidades cognitivas y prácticas pueda transformarse en el artífice de sus propios desarrollos y progresos, asegurando así su independencia, autonomía y autovalencia.

En suma, la subjetividad pasa a ser el centro gravitatorio de la vida humana: del ‘mundo de la vida’ (Lebenswelt) que nos hablaba Husserl. Esta transformación ha resultado ser sintomática, desde múltiples aspectos. Por ejemplo, una de las fórmulas en que ha evolucionado la política económica capitalista a través del neoliberalismo, es en la mutación de lo que Foucault llamaba la biopolítica, es decir, el poder que se ejerce sobre el ámbito de lo biológico, lo somático, lo corporal[2]. Hoy las discusiones se entroncan en torno a una psicopolítica, la cual tiene a la psique como fuerza productiva y no al cuerpo. La denominada psicopolítica, está relacionada a la forma de producción inmaterial o incorpórea que ha se puesto énfasis en el capitalismo actual: «No se producen objetos físicos, sino objetos no-físicos como informaciones y programas. (…) Para incrementar la productividad, no se superan resistencias corporales, sino que se optimizan procesos psíquicos y mentales. El disciplinamiento corporal cede ante la optimización mental.» (Byung-Chul, 2014, 42), donde se puede eliminar terapéuticamente toda debilidad funcional, todo bloqueo mental.

La optimización mental coincide con la optimización del sistema, del mismo modo como el capitalismo de consumo capitaliza las emociones y los sentimientos. No ha de extrañar por tal, que en lugar de la racionalidad, hoy entra a escena la emocionalidad manifestada en el despliegue libre de la personalidad. Ser libre, equivale a decir, dejar en libertad a las emociones. En el capitalismo se celebra la libertad como una expresión de la subjetividad. La economía de la subjetividad se ha convertido en el fundamento constituyente de la sociedad neoliberal como chilena.

Lo cierto es que este deslazamiento hacia el Sujeto ha logrado instalarse de manera epistémica, capaz de ordenar las relaciones se saber y poder (Foucault), adquiriendo con ello, la figura de un ser constituyente, a saber:

 

  1. se ufana de brindar protección y reconocimiento; en otras palabras, de compartir su poder, validarse, legitimarse, legalizarse;
  2. da respuestas al orden deseable de quienes participan de sus valores;
  3. se ostenta que ‘lo bueno’, ‘la verdad’, ‘el conocer’ es todo aquello que permite el mantenimiento del sistema como objetivamente valioso;
  4. refuerza la cohesión racional en su interioridad y el poder hacia lo exterior, expresado en el dominio o en la obtención de éste;
  5. sustenta su supremacía en la negación del otro, para situarse, resguardarse, mantenerse y dar respuestas a su condición de ser.
  6. La subjetividad deja de ser un estado y pasa a autorreferirse como una condición.

La independencia y la autonomía, la libertad y la verdad, comienzan a ser el centro gravitatorio del sujeto, la vida es desplazada al ámbito de lo común, lo trivial, lo impersonal, lo indistinto, lo indiferente. El sujeto se desarrolla sobre la base de las relaciones de interés, es decir, sobre la utilidad; la relación social en el fondo es el perfeccionamiento económico de sí mismo. El amor al prójimo obra desde el interés subjetivo, el amor más lejano obra en el desinterés, o si se quiere es puro gasto (Bataille).

 

[1] Autores como George Bataille, Maurice Blanchot, Jean-Luc Nancy, Roberto Espósito, Toni Negri, Giorgio Agamben entre otros.

[2] En psicología al menos, esto lo apreciamos en la naturaleza de la enfermedad, para el pensador francés «la patología mental exige métodos de análisis diferentes de los de la patología orgánica, y que sólo mediante un artificio del lenguaje podemos prestarle la misma significación a las “enfermedad del cuerpo” y a las “enfermedad del espíritu”.» (Foucault, 2008, 20).

 

Hacer fotografías de un alto impacto visual pareciera necesariamente ir acompañado de estar en un lugar con cualidades especiales. Se han masificado en poco tiempo las agencias especializadas que organizan viajes tentadores a otros países.

Es así como Islandia, Costa Rica, la India o África, por mencionar algunos destinos, están al alcance de un par de dólares o euros. Es cierto, decir que están al alcance en realidad no es tan cierto, tampoco que bastan un par de billetes.

Lo que sí es verdad es que la oferta abunda, y las agencias dedicadas a este negocio también.

Algo parecido ha ocurrido con los viajes internos también. Torres del Paine, el destino por excelencia en Chile para hacer fotografía. San Pedro de Atacama tampoco se queda atrás.

He seguido con interés el desarrollo de este mercado. Seamos sinceros, también me gustaría estar en Islandia disfrutando de esos paisajes sacados de libros de fantasía. También me gustaría presenciar el amanecer sobre los cuernos de Paine junto a un buen primer plano para tener una de esas fotos que te dejan sin aliento.

Por alguna razón, o razones, no lo he hecho. El bolsillo es una de ellas. Pero soy un apasionado y cuando quiero algo sé que me la jugaré por conseguirlo. Y no lo he hecho. ¿Por qué?

 

EL MEJOR LUGAR PARA HACER FOTOGRAFÍA

Mientras más he estudiado fotografía, leyendo libros, artículos o videos, me he vuelto exigente con mi tarjeta de memoria. Espero en ella siempre encontrar imágenes que me llenen el paladar. Y se vuelve difícil.

He visto tantas fotos que bordean la perfección en Islandia, tomadas por profesionales con años de experiencia, que me asusta un poco estar ahí. He visto tantos colores imposibles sobre las Torres del Paine, que tengo miedo de que en mi paleta no me de la mezcla.

Mi primera interrogante suele ser: ¿Qué podría aportar yo con mis imágenes en lugares en donde pareciera que se han hecho todas las fotos que se puede?

Sí. De seguro fotógrafos como el creativo Fernando Puche no me perdonaría decir esto. Siempre hay cosas nuevas por hacer. Y estoy de acuerdo.

Quizás el real problema es que no me seduce demasiado ir por esas cosas nuevas. Alguien dijo alguna vez que las mejores fotografías estaban cerca de casa. Creo que fue José Benito Ruiz, fotógrafo español que considero mi inspiración.

El hecho es que me lo tomé en serio. Cuando partí con mi cámara, empecé a retratar el paisaje cercano a mi casa: el Valle del Elqui desde las montañas. Cada cumbre que alcanzaba, ofrecía una perspectiva diferente del entorno. Al compartirlas por redes sociales, me di cuenta de que la misma gente de esta tierra reaccionaba con sorpresa. 10, 20 o 30 años viviendo en el mismo lugar y nunca habían visto el paisaje desde ese ángulo.

No sabían que había una laguna escondida. Una terma natural. Un cerro de increíbles colores. Un glaciar, un humedal, una cueva, una cascada, una formación rocosa con cierta forma particular. En fin. No conocían su propio territorio.

Descubrí entonces una motivación extra en mi trabajo. Mis fotos no sólo servían como una "bonita postal", sino que también construían realidad, ayudaban a difundir la belleza de mi propia tierra y, por añadidura, ayudaba a la conservación del entorno. Conocer para proteger.

Esas mismas termas, lagunas o cascadas, hoy viven bajo constante amenaza de desaparecer por acción humana. Mis fotografías entonces empiezan a tener un valor diferente para mi. Son testimonios de un territorio que nos están arrebatando o que estamos destruyendo. Un espacio que quizás las próximas generaciones no sabrán que existió, o al cual ya no tendrán acceso.

Todo esto me ha llevado a entender, con el paso de los años, que el mejor lugar para hacer fotografía es mucho más que un paisaje bonito o un territorio exótico. Hoy entiendo el mejor lugar para hacer fotografía como el lugar que te inspira algo, que hace que tus fotos se hagan con un amor y una pasión que se transmita y que las doten de un valor mayor al simplemente estético.

Y yo amo mi tierra. Y la fotografía me da la oportunidad de devolverle ese amor, desde mi humilde trinchera, ayudando a conservarla, protegerla y defenderla.

En ella, cerca de casa como decía José Benito Ruiz, he encontrado el mejor lugar para hacer fotografía.

En el ámbito adolescente ha comenzado lo que podemos denominar una conciencia histórica; en ella, se producen las primeras interpretaciones epistémicas ―en el sentido como lo empleaba Foucault el término episteme―, relaciones de saberes, que a través de dicha interpretación, el adolescente comenzará a jugar al ‘juego político’, es decir, en torno los problemas de la libertad, la igualdad y la identidad. Si lo miramos desde una perspectiva sociológica, política o histórica: el adolescente se ha transformado (empoderado) en un actor social.

La figura del ‘actor social’ surge en la sociología como un elemento central de la visión modernista, Alain Touranie señalaba que «La concepción clásica de la modernidad (…) tiene como capital la identificación del actor social con sus obras de producción, ya se trate del triunfo de la razón científica y técnica, ya se trate de las respuestas racionalmente aportadas por la sociedad a las necesidad y a los deseos de los individuos.» (Touraine, 2006, 17) No ha de extrañar que, «Las ciencias sociales, en su afán de sistematizar, comenzaron analizando al sujeto social como una categoría fija y definible. Lo situaron dentro de la estructura socioeconómica, en torno a las relaciones sociales de producción.» (Salazar-Pinto, 1999, 93)

Para los historiadores chilenos, Gabriel Salazar y Julio Pinto, los sujetos no “son”, sino que “están siendo”, es decir, bajo un punto de vista historicista, la identidad de los sujetos se encuentra definida mediante la acción, de ahí la transitividad en ‘estar siendo’, un moverse hacia su constitución o su desconstitución.

Al margen de si es plausible o no esta interpretación en torno al actor social contemporáneo, no podemos dejar de reconocer que los jóvenes en estos últimos años han adquirido notoriedad debido justamente a las acciones políticas y sociales que se han llevado a cabo. Lo significativo de esta transformación social es que el adolescente, sin ser un sujeto productivo (económicamente), sin ser reconocido como un sujeto de derechos (político-jurídico), ha operado en una brecha insalvable para el sistema disciplinar en el cual estamos acostumbrados a vivir en Chile; ello le permitió difuminarse, como en las protestas, donde en fondo es una reunión de grupos sociales etarios, con intereses y necesidades diferentes. No existe una uniformidad de organización, así como tampoco una idea de orden o de reconocimiento. De hecho, la acción irrumpe como un “poder reconocerse”, un mecanismo de identidad socio-político, sin ser aún un sujeto de derechos. Al no tener un horizonte fijo, permite la flexibilización y la mutación no sólo de los intereses y necesidades; sino que también, la acción está envuelta en el poder simular la singularidad de un sujeto político de corte posmodernista, que plantea políticamente su ruptura frente a la sistematización y administración de los mismos derechos, ya sea a través de la violencia o a través de una performance.

 

V

 

Para concluir estas ideas, me parece relevante el comenzar a reflexionar a nuestros niños, niñas y adolescente desde una perspectiva más creativa y menos sistemática, más ética y menos económica.

Si de algo podemos estar seguros, es que la figura del ‘sujeto de derecho’ no será la respuesta a los problemas que nos enfrentamos a diario, pero al menos podemos detenernos a pensar un momento sobre las transformaciones que podrían originar la consignación real de lo que implican los derechos humanos, tanto a nivel socio-político o a nivel de un programa gubernamental de salud mental. Lo que se nos posibilita, es la innovación y la creación de nuevas maneras de comprender nuestra convivencia social, del mismo modo que la responsabilidad y el cuidado de que dicha transformación se subvierta negativamente en el desarrollo de nuestros jóvenes.

Uno de los peligros de la educación es que se escolarice, así como la psicología se psicologice (pisocologismo, ya lo criticaba Husserl a principios de siglo veinte) y se conviertan en datos que se estandarizan en función de una pauta que nos señala lo normal y lo anormal, lo aprobado o reprobado; ello no sólo conduce a la segregación sino a una racionalidad instrumental que sirve de herramienta sistémica de explotación y dominación de carácter socioeconómico, tal y como está acostumbrado el mundo del adulto.

La tarea de transformase en un espíritu con voluntad propia es la idea que más me inquieta y me parece que puede ser uno de nuestros horizontes; si llegaremos a buen puerto, eso no lo sabemos, pero hay veces en que «es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el mundo una estrella», así es como hablaba Zaratustra…

 

 

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