En el ámbito adolescente ha comenzado lo que podemos denominar una conciencia histórica; en ella, se producen las primeras interpretaciones epistémicas ―en el sentido como lo empleaba Foucault el término episteme―, relaciones de saberes, que a través de dicha interpretación, el adolescente comenzará a jugar al ‘juego político’, es decir, en torno los problemas de la libertad, la igualdad y la identidad. Si lo miramos desde una perspectiva sociológica, política o histórica: el adolescente se ha transformado (empoderado) en un actor social.

La figura del ‘actor social’ surge en la sociología como un elemento central de la visión modernista, Alain Touranie señalaba que «La concepción clásica de la modernidad (…) tiene como capital la identificación del actor social con sus obras de producción, ya se trate del triunfo de la razón científica y técnica, ya se trate de las respuestas racionalmente aportadas por la sociedad a las necesidad y a los deseos de los individuos.» (Touraine, 2006, 17) No ha de extrañar que, «Las ciencias sociales, en su afán de sistematizar, comenzaron analizando al sujeto social como una categoría fija y definible. Lo situaron dentro de la estructura socioeconómica, en torno a las relaciones sociales de producción.» (Salazar-Pinto, 1999, 93)

Para los historiadores chilenos, Gabriel Salazar y Julio Pinto, los sujetos no “son”, sino que “están siendo”, es decir, bajo un punto de vista historicista, la identidad de los sujetos se encuentra definida mediante la acción, de ahí la transitividad en ‘estar siendo’, un moverse hacia su constitución o su desconstitución.

Al margen de si es plausible o no esta interpretación en torno al actor social contemporáneo, no podemos dejar de reconocer que los jóvenes en estos últimos años han adquirido notoriedad debido justamente a las acciones políticas y sociales que se han llevado a cabo. Lo significativo de esta transformación social es que el adolescente, sin ser un sujeto productivo (económicamente), sin ser reconocido como un sujeto de derechos (político-jurídico), ha operado en una brecha insalvable para el sistema disciplinar en el cual estamos acostumbrados a vivir en Chile; ello le permitió difuminarse, como en las protestas, donde en fondo es una reunión de grupos sociales etarios, con intereses y necesidades diferentes. No existe una uniformidad de organización, así como tampoco una idea de orden o de reconocimiento. De hecho, la acción irrumpe como un “poder reconocerse”, un mecanismo de identidad socio-político, sin ser aún un sujeto de derechos. Al no tener un horizonte fijo, permite la flexibilización y la mutación no sólo de los intereses y necesidades; sino que también, la acción está envuelta en el poder simular la singularidad de un sujeto político de corte posmodernista, que plantea políticamente su ruptura frente a la sistematización y administración de los mismos derechos, ya sea a través de la violencia o a través de una performance.

 

V

 

Para concluir estas ideas, me parece relevante el comenzar a reflexionar a nuestros niños, niñas y adolescente desde una perspectiva más creativa y menos sistemática, más ética y menos económica.

Si de algo podemos estar seguros, es que la figura del ‘sujeto de derecho’ no será la respuesta a los problemas que nos enfrentamos a diario, pero al menos podemos detenernos a pensar un momento sobre las transformaciones que podrían originar la consignación real de lo que implican los derechos humanos, tanto a nivel socio-político o a nivel de un programa gubernamental de salud mental. Lo que se nos posibilita, es la innovación y la creación de nuevas maneras de comprender nuestra convivencia social, del mismo modo que la responsabilidad y el cuidado de que dicha transformación se subvierta negativamente en el desarrollo de nuestros jóvenes.

Uno de los peligros de la educación es que se escolarice, así como la psicología se psicologice (pisocologismo, ya lo criticaba Husserl a principios de siglo veinte) y se conviertan en datos que se estandarizan en función de una pauta que nos señala lo normal y lo anormal, lo aprobado o reprobado; ello no sólo conduce a la segregación sino a una racionalidad instrumental que sirve de herramienta sistémica de explotación y dominación de carácter socioeconómico, tal y como está acostumbrado el mundo del adulto.

La tarea de transformase en un espíritu con voluntad propia es la idea que más me inquieta y me parece que puede ser uno de nuestros horizontes; si llegaremos a buen puerto, eso no lo sabemos, pero hay veces en que «es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el mundo una estrella», así es como hablaba Zaratustra…

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

BYUNG-CHUL HAN

2014 Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, traducción Alfredo Bergés, Barcelona, España, Herder (1ª ed.).

 

FOUCAULT, MICHEL

1978 La arqueología del saber, México, Siglo XXI (5ª. Ed.).

2008 Enfermedad mental y personalidad, Buenos Aires, Argentina, Paidós (1ª ed. 2ª reimp.).

 

MAGENDZO, ABRAHAM

2006 Educación en Derechos Humanos. Un desafío para los docentes de hoy, Santiago de Chile, LOM.

 

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1985 Así hablaba Zaratustra, Madrid, España, EDAF, S.A.

 

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1984 Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitución. Madrid. España, Tecnos.

 

PULEO H., ALICIA

2008 “Los derechos humanos, un legado de la Modernidad”, en Ciudad y ciudadanía, Senderos contemporáneos de la filosofía política. Madrid, España, Trotta, S.A.

 

SALAZAR, GABRIEL- PINTO, JULIO

1999 Historia Contemporánea de Chile II, Actores, identidad y movimiento. Santiago de Chile, LOM (1ª ed.)

 

VATTIMO, GIANNI

1986 El fin de la modernidad, nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Barcelona, España, Gedisa.

 

TOURAINE, ALAIN

2006 Crítica a la modernidad, México, F.C.E. (2ª reimp)