Mientras buscaba algunas ideas para poder narrarles, no lograba encontrar una historia que me sirviera de puente. En esta preocupación me encontró mi madre un día y le conté mis incertidumbres. Ella me queda mirando y me dice: “Cuéntales ―como tú sabes hacerlo― que cuando tú naciste eras bello bello; y que en nuestra casa vivían un matrimonio amigo, que también tuvo un bebé ―digamos que era bastante ‘alejadito de la mano de Dios’. Un día nos encontramos las dos en la universidad, cada una con su cabro chico a cuestas.Mientras conversábamos, algunos estudiantes al mirarte se acercaron y exclamaron: “¡Qué lindo el bebé!”. Luego miraron al hijo de mi amiga y exclamaron: “¡Qué sanito se ve!.”

¡Un estilo de vida sano! No es acaso el más hermoso y poético eufemismo[1] que podríamos inventar. El best seller de ventas de los supermercados. La publicidad en las redes sociales. Videos en YouTube donde nos enseñan cómo comer más sano y llevar una vida más sana. Hasta la medicina alternativa se ha tomado la programación de los matinales junto con la astrología y el esoterismo, llenándonos de optimismo y positividad. Las políticas públicas tampoco se quedan atrás regulando la alimentación de nuestros niños y así ‘disminuir’ la obesidad infantil. Se potencia, al menos comunicacionalmente, a que nuestros niños y jóvenes tengan actividad física o recreativa, etc., etc.

Detrás de este estilo de vida sano, siempre se está jugando al juego de la felicidad: “el hombre es el único ser en cuya vida siempre está en juego la felicidad, cuya vida está irremediable y dolorosamente asignada a la felicidad. Y esto constituye inmediatamente a la forma-de-vida como vida política.”[2](Agamben) “Los modos de vida inspiran maneras de pensar, los modos de pensamiento crean maneras de vivir. La vida activa el pensamiento y el pensamiento a su vez afirma la vida.” (Deleuze 2000:24)

Un estilo de vida sano, es por sobretodo una decisión política o mejor, una ‘política de vida’: las decisiones que involucran mi existencia. La salud de la vida, de la existencia, no está en la libertad de vivir sanamente, sino en la responsabilidad frente a la vida, y al compromiso existencial que realizo con ella: un pacto entre el pensamiento y la vida.

Cave la sospecha, sin embargo, que este ‘estilo de vida’, no sea más que un efímero espejismo, el resultado de fuerzas o inercias que lo exceden. O una “conciencia [que] pierde su condición de ideal regulador al perder su soberanía sobre el mundo y sobre sí misma.” (Torralba 2013: 14); y que para equilibrar este desajuste, resuelve el ‘retornar a lo sano’. Podemos pensar también, que se trata de una idea postmoderna, puesto que aboga por la participación activa en el lenguaje del bien común y por el renovado interés de las relaciones comunitarias.

Lo cierto es que en este retorno, lo que vuelve no es la salud, sino el instante en que asumimos la novedad de la vida, donde “Incluso para el mal hay, en verdad, un porvenir.” (Nietzsche 1985: 155) “Volver a ser de repente tan frágil como un segundo/ volver a sentir profundo como un niño frente a Dios.”, nos recuerda magistralmente Violeta Parra.

La reducción de la salud a su aspecto netamente psicobiologicista, no sólo se debe al alto nivel de especialización y mercantilización que hoy en día lucen nuestros conocimientos (de ahí su validez y su fiabilidad); sino que también es debido a la negatividad del paradigma inmunitario. De hecho sólo saliendo de dicho paradigma es posible pensar una salud de carácter más integral (marginal). Una salud comunitaria: aquella que nos habla no de una ‘calidad de vida’, sino de una sabiduría del vivir.

 

[1] Palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca.

[2] http://revista.estudoshumeanos.com/forma-de-vida-por-giorgio-agamben/

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